Las viviendas colaborativas nacieron en los países nórdicos hace más de un siglo y consisten en viviendas privadas pero que se complementan con espacios comunes y gestionada en su totalidad por los propios propietarios en forma de cooperativa.
L. FERNÁNDEZ | El cohousing es una forma de vida nórdica en la que las viviendas están segmentadas en zonas privadas y comunes. «Nosotros lo hemos traducido por viviendas colaborativas porque nos parece una identificación más correcta que engloba el sentimiento que tiene el proyecto», explica Ricardo Aristizábal del Colectivo Cover. «Hasta ahora vivimos de forma individual cada uno en su casa y en estas viviendas se trata de compartir cosas que son compatibles y dejar las individuales en lo estrictamente necesario.
En definitiva es una forma diferente de vivir en la que el grupo que forma la cooperativa define las normas por las que regirse. «Tienen unos mínimos que cumplir para poder denominarse vivienda colaborativa, pero el resto lo deciden ellos». En las viviendas colaborativas va a haber una parte privada que constará de los dormitorios necesarios para los miembros de la unidad familiar, un salón, un baño e incluso una pequeña cocina, «pero con metros cuadrados eficientes y no inútiles como tienen muchas viviendas y que no se utilizan». Aparte para «complementar esos metros inútiles que hemos quitado de la parte privada, se crean zonas comunes que se deciden entre todos», comenta Ricardo..
Esas zonas comunes pueden ser un txoko para celebraciones con cocina y comedor grande, un salón con televisión, una zona de lavandería para no tener cada uno una lavadora en casa, incluso una habitación con baño en la que puedan alojarse las visitas de los «covivientes», el único límite es la imaginación de los que forman parte.
Pero ¿para quién es adecuada este tipo de vivienda? «Estamos trabajando en un concepto de vivienda intergeneracional. La sociedad se compone de familias grandes, pequeñas, jóvenes, ancianos… y queremos que estas comunidades sean igualmente mixtas», asegura Ricardo. «Así, los jóvenes pueden ayudar a los mayores y los mayores a los jóvenes, unos en unas cosas y otros en otras». Sin embargo, en algunos lugares se han generado grupos de cohousin con un perfil más homogéneo. «Es verdad que los grupos que tienen necesidades parecidas tienden a agruparse así que se están dando grupos de personas mayores, otros de jóvenes con hijos pequeños que no pueden compatibilizar la vida personal y laboral… Aquí encuentran la ayuda que precisan».
Como una cooperativa
Esta forma de vivienda no es un alquiler sino una propiedad y como tal se pueden hacer las mismas operaciones que con otras viviendas, venderla, traspasarla, dejarla en herencia… «Los covivientes son socios de una cooperativa y es la cooperativa la que adquiere el inmueble. Todos los socios que la forman van a tener una parte privativa en cesión de uso y ese derecho de uso es lo que es vendible, traspasable, etc.», explican desde Cover. Y como propiedad tiene un precio «aunque es mucho más rentable que la vivienda tradicional, hay que tener unos recursos económicos para poder unirse», reconoce Ricardo. Esta rentabilidad que menciona radica en que lo que se refiere a la construcción y toma de decisiones se van a tomar en la cooperativa. «Así, los gastos de promoción no se van a producir. A esto se une que se puede decidir el tipo de vivienda, si se hace una rehabilitación, si se construye un inmueble nuevo, o si se compra una parcela en una zona donde se pueda conseguir más barata, y muchas administraciones públicas tienen cesión de suelo para cooperativas que supone mucho ahorro». También los gastos de mantenimiento son menores y la construcción más sostenible. «Los gastos de edificar con materiales sostenibles son prácticamente los mismos que no hacerlo y aquí es más factible hacerlo porque los propios habitantes son los que toman este tipo de decisiones».
No obstante, lo más difícil para entrar a formar parte de esto es que se dé la confianza necesaria. «No se trata de pedirle un poco de azúcar al vecino, sino de tener la seguridad de que todos vamos a usar la lavadora y no dejarla destrozada para el siguiente, de que el txoko sea compartido, de que no vamos a tener una discusión porque estamos viendo la tele y uno pone los pies encima de la mesa… Todas estas cosas que pueden surgur en una convivencia se resuelven de antemano mediante un reglamento de régimen interno», especifica Ricardo.
Para generar la confianza necesaria para que estos grupos lleguen a formarse, en Cover están haciendo grupos de coaching con las personas interesadas en los que hacen dinámicas para que se cohesionen. «Eso sí, les dejamos claro que esto es difícil porque es un cambio de paradigma avsoluto de cómo vivimos hasta ahora y hay proyectos que se han atascado precisamente en esto, en generar la confianza necesaria. Pero merece la pena».
Colectivo Cover
Cover está formado por profesionales de diferentes ámbitos como la arquitectura o el derecho, entre otras que se han unido para promover esta alternativa de acceso a la vivienda. Quienes quieren acceder a un proyecto de este tipo lo pueden hacer poniendose en contacto con ellos. «Nosotros prestamos los servicios que precisa cada uno. Hay quienes quieren sólo formar el grupo, otros tienen el grupo pero no la ubicación o el proyecto arquitectónico, habrá quien precise ayuda legal para preparar los estatutos de la cooperativa. Los servicios se prestan de manera total o parcial en función de las necesidades», explica Ricardo Aristizábal.